viernes, 16 de abril de 2010
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Estos cartones que me rodean, y que son prisiones, siempre lloran mi adelantado canto, sudan hasta hundirme en la desesperanza; algún gigante, allá afuera, es constantemente devorado por cuervos mientras yo, encerrada en un cartón plastificado, cumplo la condena de no perder el contenido de mi herida, de no terminar de ahogarme en el dolor y de desear prestarme al sueño de arrojar mi cabeza – nudo de consciencia-, sobre las piedras.
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